domingo, abril 17

Una pequeña hoja que respira vida.

Digamos que soy algo así como la última hoja seca que cayó de ese antiguo árbol, donde niños aventureros trepaban en los días soleados. Digamos que ¡Sí soy la última hoja!  y tú el fuerte árbol, que a su gusto en sus brazos me toma y me arroja, sin lágrimas ni previo engaño. 
Digamos que es cierto, que soy una pequeña hoja que cayó desde sus manos al suelo infinito de rocas y tierra que perdura con los años... fría, sola me quedo observando los pájaros que ilusos siguen posando en su regazo, dulce a primera mirada
agrio si se le toma el sabor
hiriente si se le llega al alma
asesino si le tocan el corazón. 
Sabiendo que es inocente lo tomo por culpable, por haberme dejado caer de manera tan natural y serena. Digamos que me convertí, aquí en el suelo, en una hoja enamorada, pero enamorada de la vida y sus detalles.-


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