domingo, septiembre 23


Esta es la historia de alguien que se hunde
y mientras se va hundiendo no para de decirse: 
hasta ahora todo va bien
hasta ahora todo va bien
hasta ahora todo va bien.
Lo importante no es la caída sino el aterrizaje.

miércoles, septiembre 19

Destellos de lucidez, alucinada lucidez

Suelo buscar en el destierro
tierras que provoquen en mí
el consuelo de lo ajeno.

Corrientes van corriendo sobre peces
escondidos en la arena del desierto,
donde no hay agua, ni viento, ni aire, ni fuego.

Es este, el nuevo amanecer
el amanecer de los ya no queridos, de los olvidados,
de los desterrados, de los sin consuelo,
de los amantes de lo no amado, de los amantes de lo perdido,
de los no comprendidos, de los hambrientos,
de los despojados de sus sueños en sus propios sueños.

Y la realidad no es más que la pesadilla que todos tuvimos
cuando eramos niños
aquella en la cual el agua se convierte en fuego
(así era como el cristianismo nos empujaba hacia el inestable infierno)
¿Infierno? ¡Infierno! Ese infierno ya no repleto de llamas sino ese infierno
que se convierte en nuestra realidad (la de los despojados) con nuestros
propios demonios susurrándonos al oído sus secretos, sus lujurias
sus pasiones sin fuego
sus hambrientos sueños de fuego
el extraviado fuego
el nostálgico fuego.

Ya hay peces en el río
ya no hay fuego en el infierno
tampoco aire donde volar
los pájaros también se han ido.
Ya no hay tierra, de ella fui desterrado
¿donde han quedado los elementos?
¿donde han quedado los amados?
del edén ¿donde ha quedado el árbol violado?

Solo nos queda encerrar la inocencia de los niños,
solo nos queda romper sus ilusiones
solo nos queda hacerlos perdidos
niños perdidos
niños perdidos en un desierto sin tierra
ni tierra
ni patria
ni amor
ni olvido.
Niños en silencio 
niños abrumados y en silencio.
Solo eso nos queda
matar los sueños. 




domingo, septiembre 9

Bajo el siglo veinte

















Yo he sido vagabundo de la melancolía y en mi mundo interior he sido peregrino y en todos los senderos deshojé la elegía de los perros que ladran perdidos en el camino. Como un perro he labrado mi impotente gemido de eternidad... mi queja se ha perdido como una exhalación de can que presiente el olvido viendo la calavera de plata de la luna. 
Y he mirado la luna poniendo sus destellos en el desierto largo donde marcan sus huellas las tristes caravanas de dolientes camellos que sueñan en las noches con pálidas estrellas. Los pacientes camellos que a la luz de la luna remembran su jornada a través del desierto llorando la obsesión azul de una laguna que también fue obsesión de otro camello muerto. Yo he visto las montañas alboreadas de lumbre, donde soplan los vientos sus aludes de hielo, donde sueñan los cóndores (dormidos en la cumbre) que azotan con sus alas soles de un nuevo cielo. Así las muchedumbres en sus visiones bellas sueñan también... los siglos son prolongadas horas, y sueñan una mágica des floración de estrellas en una estelación magnífica de auroras.
Porque vi en mis visiones las tristes caravanas (multitudes rebaño) llorando su laceria, porque ví el gesto imbécil de las razas humanas que lloran en los siglos sus cantos de miseria; porque oí los gemidos de turbas irredentas, para las que fue inútil la sangre del martirio; porque vi los calvarios, porque vi las afrentas del vulgo a los profetas sublimes del delirio, porque vi dolorosas, marchar por los caminos las hordas ciegas que van gimiendo poemas de impotencia (sintiendo los anhelos divinos de ver la luz y de oir parábolas supremas) y porque vi impasible al mito en su nirvana: me enfermó la locura, la megalomanía.

¡Detente humanidad, detén tu raudo paso y contempla tus luchas, tu esfuerzo, tu fracaso!
y si tu frente erguida con regias majestades inclinas al sepulcro de pasadas edades, oirás un gemido,
un doloroso llanto que resuena en los siglos, que te helará de espanto y muda quedarás, encogerás los hombros y ceñirán tu frente los pálidos asombros.
Escudriña y escarba el polvo de los siglos, remueve las reliquias, los bárbaros vestiglos de tu esfuerzo pretérito y sentirás la herida pues verás que tu esfuerzo no he hecho brotar la vida.

Detente humanidad y retrocede un paso, así es como verás al hombre con la espalda torcida y amando su arado, amando sus manos rotas, amando su piel curtida amando su rol de esclavo. Humanidad tu que has sido tan amable con la naturaleza ve lo que le hemos hecho, hemos talados sus árboles, violado su inocencia y arrimado a nuestros hombros las asperezas de sus delicadas flores, dándoselas  a la señorita como ofrenda ¡el ritual nos consume, la moral y las buenas costumbres! Y el silencio, humanidad, ha roto con nuestras esperanzas, ya que nuestros hermanos en los rincones, absortos por tanto trabajo, solo quieren descansar con un pan bajo el brazo y un vaso de vino por si alcanzan a disfrutar aunque sea un momento el ocaso de esta vida, siendo de la historia solo el inútil olvido.