lunes, abril 25

A la orilla de algo

Escribo esta carta tomando un café, el ambiente está reacio a cualquier respuesta que yo de sobre lo que estoy viviendo en este instante, no diré presente, tampoco diré pasado inmediato y me quedaré parada aquí en la palabra instante. Hace días que vengo analizando que mi entorno no es más que un mundo ficticio que yo mismo he creado, digamos que son sólo marionetas de mi imaginación que mueven sus hilos así como yo voy moviendo los mío. ¡Es todo una farsa! me gritan desde un poco más abajo, ¿en que estamos inmersos?, nos guiamos todos por la misma linea correcta e inexorable de la cual no queremos salir, nuestra mente nos juega chueco dejándonos en un abandono psíquico que pocos pueden percibir, entonces sigo analizando mis diferencias, sus diferencias y las diferencias entre nuestras diferencias...
La gente es mala me dicen buenas lenguas que tratan que camine recto, entonces todo mi paradigma esquematizado cae en un pozo sin agua, la gente es mala siguen los susurros en mi cabeza y entonces pienso que es de la naturaleza humana causar daño... naturaleza humana que pocos pueden combatir. La gente es mala, ¡pero si yo los manejo! ¡ pero si son parte de mi imaginación! y yo no quiero que sean malos... entonces nos ahogamos en un vaso con agua, quiere decir que aunque tengan los hilos de nosotros, marionetas débiles y llenas de tristeza, no nos pueden controlar. SÍ, nos pueden dar el camino fácil, nos van a tratar de persuadir pero jamás van a mover los hilos a su gusto... es de naturaleza humana desobedecer, es de naturaleza humana crecer hasta romper las cadenas, frágiles e invisibles que nuestra propia mente imagina.
Yo imagino a las personas, ellas imaginan sus amarras, yo imagino mi propia amarra y entre amarra y amarra hacemos un gran círculo llamado ciudadanía escondida en otro círculo... la vida.
Soy dependiente del mal y sigo aquí, con el café en la mano... se enfrió y no haré nada al respecto.-



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