martes, junio 22

La emoción del mundial.

Me sentía como algún otro día fea, quería ponerme un saquito en la
cabeza y que nadie me viera, pero si hacía eso iba a ser muy perceptible
a las miradas de la gente, que se enfocarían en mi horrible saco.
Sin emoción alguna trato de arreglar esas mechas que no se arreglaban,
ya derrotada escucho el timbre y todas toman sus mochilas, las ocultan
y salen corriendo de la sala con la emoción dentro del corazón, claro
yo con mi percance de los cabellos rebeldes fuí mucho más atrás...
Llegamos y el espíritu futbolero era inigualable, pantallas gigantes
y corazones rojos (y no rojos de sangre ni de algo signficativo, rojo
de la ''pasión'' por la roja), gorros graciosos y el típico grito de mujer
histérica, nerviosa, compulsiva, agresiva... entonces empieza el juego
algunas sin saber ni siquiera dónde estaba estaba el arco chileno, otras
comiendo algo para alivianar el nerviosismo (como yo), otras gritandole
a su compañera que el arbitro era banal y de esos triviales que
seguramente están comprados. Luego de tanto griterío e improperios
casi como una estrella fugaz que se ve una vez... gol, gol un gol difuso
pero gol y el mundo gritaba, los profesores saltaban de euforia, las
bocinas ya se escuchaban, era la emoción del chileno por aquel
futbol que nos une, pero aveces me pregunto ¿Que pasa con los niños
nativos que viven esa emoción... ahí mismo, en su país, que ven
con sus propios ojos esa alegría futbolera, esos mismos niños que
un día gritan un gol y al otro día mueren por inanición... ese niño
inapetente? ¿Será el mismo tipo de emoción?, no me sorprendería
uno menos dicen por ahí.

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