domingo, abril 1

Al final de mi camino siempre habrá desvíos.


Hemos germinado de la tierra fértil
desde la pampa hasta los olvidados terrenos de los yaganes ya extintos
desde Buenos aires hasta Teherán.
Hemos podido (no aprendido, ya que jamás hemos terminado de aprender)  a crecer en un entorno
que nos lleva hasta la última escena,
que nos deja tras bambalinas a medida que la obra avanza,
escuchando como ecos distantes y difusos las alabanzas,
en este sentido no somos más que las manos que suben y bajan el telón
el recuerdo de algún actor de cuarta.
Hemos germinado de la tierra fértil
que de fertilidad tenía poco,
la susceptibilidad nos abandona
nos deja como simples seres enclaustrados
entre la hierba que nos vomita.
Así nos hemos ido dando cuenta que no existe la luz sin la oscuridad
que el solsticio nos ha dado la fuerza
y el equinoccio el equilibrio,
pero no nos han dado la tranquilidad,
y como hemos dicho tampoco la hemos aprendido
y quizás por eso es que nuestros cuerpos están dotados de un matiz diferente
es que no somos uno, somos un millón en un cuerpo inestable
somos la fórmula, el resultado y más bien el mal cálculo de un problema
no somos uno
no estamos solos
tu cuerpo está formado por todos
tu cuerpo es la antesala del caos
tu cuerpo es la encarnación de la belleza
tu piel el sistema braille en la que puedo detenerme a tocar y analizar.
Podemos coger una piel y abrigarnos en ella
sumidos en la sangre mundial.
Tu cuerpo no es más que un cuerpo descuartizado
que forma parte de un todo y más bien de un nada.
Yo soy un ser descuartizado, germinado del más recóndito lugar de la tierra
quise tener tres brazos y una pierna y terminé dopado en el río aconcagua
y es que el camino te lleva a cualquier parte a cualquier parte le pertenecemos,
o nos pertenece a nosotros.
El asunto es que no somos uno
el asunto es que mi cuerpo no es solo
el asunto es que mi cuerpo está destrozado
el asunto es que nuestros cuerpos están descuartizados en partes iguales y cada uno tiene la parte de otro
que tomó en el camino, intercambiamos manos, intercambiamos ojos, y con eso seguimos recorriendo.
Entonces la esencia se transforma y se crea pero no se destruye, la esencia está en aprender a unir los cuerpos del mundo.

Y esto nuevamente es un grito, o un susurro, a la filantropía misantrópica.
que nos hace amar y odiar al mismo tiempo
y sumirnos en una locura distante al significado real
en la cual la lucha interna
es más fuerte que lo externo que nos ahoga.


Respira... que cuando muere uno, nunca es solo uno. 

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