sábado, enero 15

Me no sé

El tiempo transcurre lento, aquí o en el amazonas lento, diferente pero lento, silencioso pero lento
aplacable pero lento, sumiso y lento.
Todo ocurre de una vez, si es cierto, las capacidades personales de retener información son escasas, por ende pareciera que los recuerdos cada vez van siendo más vagos y vacíos. Aún así en mí existen esas imagenes, fotos, incluso películas que rondan instantáneamente , mientras pienso mientras no pienso, impúdicas se refugian para hacerme reflexionar sobre lo que ha sido la vida mientras la tierra gira sin retrocesos, mientras nadie la para, mientras todo pareciera intacto, sin cambios ni modales de espera. Cuerpos estáticos siguen donde mismo nacieron, nadie se levanta ya, nadie se estira de la tumba lúgubre y grita ¡quiero salir de este lugar! quiero volar. Todos se guardan sus secretos y sentimientos con un recelo íntimo y sofocante.
Y mientras veo como todo sigue igual y el tiempo para, sigo aquí sentada, observando desde una silla de plástico e incómoda, lo que era el recinto, tan dógmatico y serio, que por las noches cambia su fachada a algo más natural y amigable. Las personas a mi alrededor, en la misma intacta postura que la mía pero en diferente situación miran enemistadas el lugar donde estaban, algunos leyendo, escapando un poco de la realidad (realidad, palabra que te llega como bofetada, la más vil de hacernos desperta). La gran mayoría refugiadas del frío con frazadas, con ese café oscuro y espeso que ayudaba a mantenerse despierto, no les duraba mucho, ya que como todo humano tendían levemente a dejar caer su cabeza al vacío, sabían que debían estar despiertos, sabían que un lugar como ese quedarse dormido era hacer un pacto con la muerte o aún peor perderse la noticia de aquella.
Los guardianes de la guarida se veían serios y robustos, así habían sido amaestrados y enseñados por años, tenían la misión de hacer entrar en pánico a la gente, con sus voces chirriantes y desesperadas diciendo un nombre, nombre que te llegaba al corazon como puntada de flecha.
Pobres inmortales, salían navegando por mares de lágrimas, propias y externas, con la pena ahogante.  
Pero me digo, se les debería haber enseñado como a los indios a esta gente, el cuerpo es solo un despojo natural, la vida no acaba y esta vida si se le puede así llamar  ha de acabar, sería un escape, un agujero entre tanta suciedad, un respiro silencioso. Pero no, todos sufren, todos lo manifiestan, es una sicosis colectiva entrar a un lugar como ese.
Siempre lo he dicho, siempre lo diré, me aborrecen los hospitales, me causan fatiga, me marean. Prefiero seguir sumiendome ensimismada en mis propios pensamientos, para no caer en la realidad, que seguía aquí, con el cuerpo inerte, queriendo que las horas me sobrepasaran y que el tiempo no transcurriera tan lento... como siempre. 

 ¿De que estabamos hablando?

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