lunes, diciembre 6

Y corro sin saber donde corro


Siento deslumbrante la luz mañanera que ciega mis ojos día a día. La impresión que me da mi cuarto me es familiar pero sin recuerdos, como si todas las noches sólo hubiese dormido y no pensando y no vivido.
No encuentro razones para levantarme, así que me quedo sin avidez acostada o más bien postrada en la cama, haciendo recuentos de mis memorias para que por primera vez, mi pieza de cuatro paredes, tuviera un color fuera del blanco que provoca dolores de retina.
¿Cómo llegué a vivir tantas cosas en tan poco tiempo?
Siento como si el mundo caminara lento, pero yo siempre voy corriendo.
Pienso que tengo que ponerme el uniforme, la corbata que tanto detesto y tomar el primer cuaderno que vea (porque poco me importa que me toca hoy, no sé que día es hoy) y ya tengo otra razón para no levantarme, no quiero ir al colegio, no puedo concebir que ese lugar haya sido el lugar donde fui obligada a competir por un puesto imaginario, donde debía respetar a personas que en mi puta vida había visto. En ese momento tuve un flash back de todas las veces que pasé las puertas de la dogmática inspectoria, parándome frente a discursos moralistas que no escuchaba y si escuchaba no entendía, no tenían explicación, sólo eran palabras, palabras que luego pasaban a mi hoja de vida (que patético nombre ahora que lo pienso).
Hice el recuento más largo de toda la historia, amigos, lugares, parques, hedonismo, chelas, cigarros, pitos, tarros, persecuciones, gritos, llantos, revuelcos, masoquismo, mamonerías, centrismo, estupefacciones, escupitajos, amores, otros un tanto furtivos, enemigos...viento, fuego, risas, espectáculos y escenas dramáticas.
Entonces entre todas mis historias veo a una persona frente a mí, no tiene figura, ni forma, ni edad, pero sus ojos, sus ojos eran grandes y expresivos, sus sentidos armoniosos, hacia rigurosos movimientos, como si estuviera esperando algo de mí, como si tuviera algo que dar desde aquí...
entonces creció un sentimiento insólito en mí, mi corazón palpita fuerte y parece que hay una carrera de sangre dentro de mis arterias. Espero tanto de ese sujeto, y el espera tanto de mí, lo veo con los ojos con los cuales observo a un extranjero, como si fuera un extraño, un extraño que conozco de toda la vida...


Suena el despertador y decido levantarme.

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