miércoles, enero 26

El acorde está después

Hubo una noche que estuve solo
sí, solo como siempre pero como nunca también
encima de mi cama sin hacer
con la ropa sucia por doquier; 
me daba asco el lugar pero no me atrevía a nada
no tenía energías ni ganas.


La noche estaba más oscura que de costumbre,
el silencio era inexorable en la casa que era
tan transcurrida siempre.
Tenía en la mano una botella de vino rojo sangre
y en la otra un cigarrillo, que tras su humo dejaba olvido.
Maldito cigarro que no me dejaba ni dormir en paz
los dolores de garganta y esos ataques de asma
eran cada vez más seguidos. Veía como mi cuerpo
se hundía, solo... como siempre y como nunca.


Me fuí emborrachando y seguía recordandola
a ella... la dama negra.
Aquella que llegaba a mi pieza 
y de poca gana la ordenaba 
en ese tiempo no me daba asco estar aquí
veía todo de otro matiz. 


Ella que con sus ojos oscuros
me decía más de mil palabras
como si tratara de contarme todas sus historias
incluso las más impúdicas y ocultas.
Esa mirada melancólica que me observaba
con amor y deseo, y esos cariños furtivos
como si le quedara poco tiempo para amarme
como si supiera el tiempo exacto de este final
nuestro final. 


Me sabía de memoria el color de todos sus vestidos
y más que eso la piel dulce que escondía en ellos,
podría haberla recorrido con los ojos cerrados
todas las noches, hasta la eternidad
y hasta que la eternidad tuviera un fin.


Amigos-enemigos
hermanos, amantes desconocidos
todo al mismo tiempo
difusos sentimientos
despojo de lo natural
vidas abiertas
amor loco


Hasta cierta noche que me dejó
sin decir palabra
sin un último respiro
sin nada
sin sus vestidos,
dejando su ausencia
y yo seguía aquí, solo, con una botella de vino
y un cigarrillo... olvidando, no olvidando. 

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