sábado, noviembre 20

Por nacer

Estábamos todos juntos pero en diferentes lugares, bordeando entre lo utópico y lo real, entre la insurrección y la paz. Sentíamos el calor humano del vientre que nos tocó, y las lejanas voces de la persona que nos cuidó y enseñó. Nos leía todos los días mientras esperaba nuestra llegada, no precisamente cuentos infantiles o de hadas con una paradoja que jamás íbamos a aplicar; nunca creímos esos cuentos que nos iban a contar las personas que aún no llegábamos a conocer, eso sería un poco más adelante, y siempre lo tuvimos en el recuerdo, incluso antes de nacer, que algún día iba a llegar el momento de escucharlos y enfrentarlos, pero hoy no sería, ni mañana, ni muy pronto...
Seguíamos aprendiendo y alimentándonos de conciencia, no eramos lo que quería la audiencia, no estábamos para armar espectáculos ni llamar mucho la atención, aprendimos siempre a pasar desapercibidos; eramos sigilosos y silenciosos. En las manos tenemos siempre el corazón, porque primero es el pensar y luego el sentir, y luego el sentir antes del pensar; o así nos relataba la razón.
Y llegaba la hora de descender del resguardo, hacia mucho que queríamos seguir aprendiendo y más que eso aplicando lo aprendido, pero aún no teníamos las fuerzas (porque no quiero llamarle poder) para ponernos en pie. Y un poco después de nacer, nos dimos cuenta que definitivamente no eramos lo que quería la audiencia, eramos los hijos que no querían aquellos padres confundidos y vendidos (o comprados). No eramos más que los indeseados de los progenitores de esta sociedad, los que nunca esperaron una bienvenida grata por ende la decepción aquí no estaba. Pero así seguimos, esperando el nacer de otro elemento, cada algunos años, cada cierto tiempo, en algún lugar y luego...



el inesperado reencuentro.


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