miércoles, septiembre 15

Dramática acción, ¡acción!

El nerviosismo era irrefutable, se notaba en sus rostros dibujados que aunque estuvieran preparados y hayan practicado sus caras horas en el espejo, aún no estaban totalmente listos, algo y alguien les decía que no saldría todo bien en esa diluida actuación. Pero nada es bueno o malo, es la visión de así lo vimos o así lo vemos.
Un, dos, tres, todos salen a escena, jugando a ser lo que no son pero quieren ser, queriendo obtener el indómito mundo que no existe (y si existe nadie lo ve, nadie lo desea ver).
Lo que más me gusta de su artística falsedad es ver esa kinésica que usan arriba e imaginarme a mí sentada desde lejos (no muy lejos) viéndolos, observando cada movimiento, la comunicación humana echa gestos. Siento la ráfaga de sus gritos humanísticos, en todos los movimientos, en cada uno de sus movimientos. Es como un ansiolítico para mis sentidos, y es justo ahí cuando despierto, no estaba viendo una obra de teatro, era mi raza, la gente con la que me comparan, y cómo me hubiese gustado no escucharlos ni mucho menos verlos, efímero el mute acabó, pero empezó el vahído de mis nauseas y mi cuerpo... eramos todos de una misma obra, cada uno un personaje incidental.

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