jueves, agosto 11

Falsa tranquilidad que me aqueja

Hoy es una noche de pocas estrellas pero sé que me iluminan (no, en verdad no iluminan a nadie, pero me basta decir la primera frase para luego inmediatamente contradecirla, me gusta el juego de la contradicción, es más yo misma soy una contradicción, que cada día lucha por no caer en el abismo del no-saber y afirmarse en una rama de aquél árbol sabio que aún sabiendo mucho no cree nada) tengo la certeza que es de noche, porque en mi casa todos callan y las calles fingen un silencio absorto, y la ciudad se queda quieta, se abstrae como  nunca (y me pregunto porque nadie disfruta los momentos de una ciudad en abstracción, donde se podría mirarla de todos sus puntos sin que sus entes chocaran tus espaldas o escupieran tus pies, sin sentir la presión de un ambiente atestado de personas ensimismadas en pensamientos banales que aunque me parecen simples no logro entender), y los perros duermen y chillan, y las aves dejan su vuelo y su canto que me maravilla y me llena de una nostalgia perdida, y la tele se apaga porque dejo de cumplir su rol en la familia, y los autos se esconden y la brisa se calma, y yo me pongo un poco más melancólica que antes, creo que ese punto si que me asegura que ya es de noche.
Me veo parada en el umbral con ojos distantes (distantes porque hoy les rebelaré un secreto, los ojos sufren de paranoia ¡sí! pero eso les gusta) tiro algunos improperios al aire y me despojo de ese maldito vestido de princesa que no hace más que mostrar algo que realmente no soy ni siento, luego los zapatos, luego las pinzas del cabello y me dejo caer en la cama como quién ya no quiere más de la vida, y solo pide un segundo de descanso. Entonces pienso, es de noche, la oscuridad no me inhibe y la soledad me acongoja. Tomo otra vez mi vestido, otra vez mis zapatos, otra vez la falsa sonrisa y los ojos expectantes (aunque saben que ya han visto de todo y de asombro en este mundo no queda mucho), salgo entonces a caminar por una ciudad dormida, que no me entrega nada, vuelvo a mi casa, a mi pieza, el mismo ejercicio, afuera vestido zapatos y chaqueta, me tiro en mi cama no más despistada y pienso... aunque quiera cambiar algo, siempre será la misma mierda. (un toque de conformismo, si algo escabroso, pero mañana reluciré otra vez).

Se puede hacer algo más... se puede. 

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